Opiniones personales, sólo mías

martes, mayo 13, 2008

Un año más...

De la foto que se ve en este artículo han pasado... miles de años... unos 30 quizá. Las cosas han cambiado un poco... o no tanto. En realidad me miro y sigo siendo exactamente el mismo en varios lugares de mí. Tengo miedo a casi las mismas cosas, me ponen contento casi los mismos episodios, me siguen gustando las mismas cosas de la vida que antes.

Pero ha corrido mucha agua, muuucha agua bajo el puente. Lo mejor es, además del agua que ha corrido, toda la gente con la que me he topado al andar por sobre el puente.

Este texto hace que me despida de mi año número 35 para comenzar a vivir la segunda mitad de mi tercera década que comenzará exactamente mañana, o dentro de pocas horas, y aprovechar la oportunidad para hacer un recuento de tantos acontecimientos y recordar a tanta gente compañera de viaje. Algunos están cerca, otros lejos, otros más lejos y otros se fueron para ya no volver, al menos como antes.

¡En sólo tres décadas pasan demasiadas cosas!

Pasó mi no-jardín de infantes, pobre Señorita Olga, que le tenía miedo (ese miedo cambió, la señorita Olga es una persona increiblemente cariñosa que no supe valorar).

Pasó mi escuela primaria: compañeros inolvidables, mis eternas travesuras con Pique y Luis y con mis inolvidables amigas Carolina y Celina.

Pasó mi escuela secundaria: mis primeros acercamientos a la ciencia y la tecnología. Y a la vida también. Mis amigos Fernando y Alejandro, que mi Señor lo pidió temprano en el Cielo vaya a saber por qué. Mi amigo Pablo, que le debo mucho de mi vida actual por su testimonio. Mis amigos extra colegio: Claudia, Jessi, Andrea, Caro, Carlos, cuánta gente...

Y mis eternas compañeras de todo: Silvina y Coco, quienes vivieron la pérdida más grande que les puede pasar a dos adolescentes. Ese acontecimiento desgraciado nos marcó a todos y nos hizo crecer un poquito más de golpe. Con ellas aprendí desde las primeras inquietudes de la vida, pasando por los Reyes Magos y Papá Noel, hasta los noviazgos y la "lista de chicos/as que te gustan", y todos los acontecimientos importantes de la vida. Me quedé 1000 noches a dormir con ellas, de las que tenemos relatos inolvidables, fuimos a bailar 1000 veces, al club otras 1000, pasamos 1000 tardes juntos en una u otra casa... Junto con su madre, mi tía Dorita, hemos compartido infinitas horas y momentos claves de nuestras historias. Y ahora, con más distancia y no tan cotidianamente, lo seguimos haciendo.

Y pasó la facultad: en medio de ese torbellino mi novia Ana, millones de exámenes, nervios, cientos de actividades en mi Parroquia y mis amigos: Pato, Ale, Mariela, Marito... entre otros miles.

En medio de la facultad: las misiones, los campamentos, familias nuevas enteras llenas de amigos y mucha experiencia para compartir. Mi grupo de música con gente estable y variable. Pero siempre con música que mueve el Alma.

Luego, sin respiro: trabajar y casarse, gran decisión.

Y tener una hija rápidamente, por qué no. Las señoras que querrán hacer la cuenta, háganla tranquilas: el casamiento fue en de abril de 1999 y Mag nació en febrero del año siguiente.

Y bueno, una cosa detrás de otra. Cosas lindas y nada lindas. Me pidieron a mi papá, lo tuve que entregar, pero con la certeza de que su tarea conmigo estaba casi terminada. Seguirlo teniendo conmigo hubiera sido quizá un lujo que no me merecía. O lo necesitaban, qué se yo.

Aunque todo tiene su premio: mi pobre esposa es un regalo de la vida, que ha sabido soportar absolutamente todo de manera heroica y que me cubre con todo su manto fuerte de inteligencia, cariño incondicional, inquietudes, inseguridades... y de amor infinito, ya demostrado en variadas ocasiones.

Todo esto está teñido por las personas que están siempre: mi mamá, mi hermana, mis cuñados, mis sobrinos, mi suegra y bis-suegra, mis primas del alma y mis tías del alma.

Y mis amigos de todos los días: Ger, Lau, Gus, Myru, Pichi, Silvi, Gati, Pablo, Jor, Her, y los que no han salido de mi lado desde que yo era mucho más chiquito de lo que ahora soy.

Creo que es demasiado. No puedo más que agradecer a todos los que me acompañaron. No quiero mencionar a todos acá, así que los que no se vean incluidos no se pongan tristes, no quise o no pude mencionarlos explicitamente. Mi gratitud es eterna.

Lo bueno es que a pesar de tener casi la edad del papá de Mafalda, mi personalidad ha cambiado poco. Se ha moldeado un poco pero yo quiero seguir siendo el más Gustavo que pueda: el creativo e idealista, el ingenuo y sensible, el porfiado y ridículo. Y ojalá me ayuden a que siga siéndolo.

Inevitablemente, comienzo a opinar que "los jóvenes no sé qué quieren" y que "no son responsables" como lo han dicho todas las generaciones de la historia. Pero eso es lo de menos. Toda mi expectativa está en seguir viviendo mi vida a full, disfrutando toda la gente que me quiere, que gracias a Dios es muchísima, sin parar de reirme absolutamente de todo, con una cuota de irracionalidad y con mucho de ingenuidad, que no se rompa mi utopía de creer que en el fondo todas las personas son buenas y no quieren el mal para nadie.

Gracias a todos, mis amigos, mi familia, mis profesores, mis alumnos, mis compañeros de trabajo, mis directores, mis sacerdotes (Alfredo, Daniel, Jopa, Fito, Eduardo, Fernando, Pablo, Andrés): todos han dejado huellas que no se podrán borrar jamás. No puedo mencionar explícitamente a todos, son tantos que no podría. Los que quieran que les pida perdón por algo, pueden aprovechar esta ocasión, si están mal por algo en que tuve que ver. Y los que me quieren... sigan a mi lado: la vida es para rodarla entre todos.
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